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La lingüística política es el estudio de las relaciones entre la lengua y la política. La lengua se utiliza como medio para formar un Estado y se pone en práctica de diversas maneras que ayudan a conseguir los objetivos políticos. La lengua permite que un gran número de personas se comuniquen entre sí en un amplio ámbito, con el efecto de que se forme un Estado[1]. Como la lengua es la base de la comunicación, la política se ve afectada por la lengua[1].
La lingüística política es una actuación. Para que el público tenga sentimientos positivos hacia un partido, un político elaborará cuidadosamente su manifiesto con el fin de convencer al lector de su credibilidad[1] Estos partidos políticos formarán entonces parte de un sistema de comunicación entre el Estado y los gobernados, lo que les ayuda a influir en las opiniones y también en su poder[1] De ahí que la lingüística política sea una herramienta de persuasión en la política, especialmente en los discursos y las campañas. Al estudiar la lingüística política, se puede prestar atención a los efectos de los eslóganes, los medios de comunicación, los debates y la propaganda para persuadir los valores y las identidades de los individuos[2].
Cómo hablan los líderes internacionales
Los viajes rápidos, los medios de comunicación internacionales e Internet nos han facilitado la comunicación con personas de todo el mundo. El proceso de globalización económica significa que no podemos funcionar de forma aislada, sino que debemos interactuar con el resto del mundo para sobrevivir. El carácter global de muchos y muy diversos problemas modernos, como el medio ambiente, la gobernanza de Internet, la pobreza y el terrorismo internacional, exigen la cooperación entre naciones. La comunicación intercultural ya no es una opción, sino una necesidad.
Al mismo tiempo, el desconocimiento de otra cultura puede conducir, en el mejor de los casos, a errores de comunicación embarazosos o divertidos. En el peor, esos errores pueden confundir o incluso ofender a las personas con las que queremos comunicarnos, dificultando o imposibilitando la conclusión de tratos comerciales o acuerdos internacionales. Donnell King, del Pellissippi State Technical Community College, pone ejemplos: Un anuncio de automóviles de General Motors con “Body by Fisher” se convirtió en “Corpse by Fisher” en flamenco. La campaña de Pepsi Cola de los años 60 “Come Alive With Pepsi”, cuando se tradujo para el mercado taiwanés, transmitía la inquietante noticia de que “Pepsi trae a tus antepasados de vuelta de la tumba”.
Líderes mundiales que no saben hablar inglés
Un viejo y divertido eslogan dice que uno debe utilizar muchos idiomas para hacerse entender correctamente: al hablar con Dios, el latín; con los militares, el alemán; con los comerciantes, el griego y el árabe; con los músicos, el italiano; con su cocinero, el chino; con los marineros e ingenieros, el inglés; con los artistas, el ruso; con los amigos, el español; con los enemigos, el holandés o el húngaro; con su novia, el francés; con su mujer, el japonés…
¿Qué idioma hay que utilizar cuando se habla con los diplomáticos, o qué idioma deben utilizar los diplomáticos? O, para ser más precisos, ¿qué idioma/idiomas debería intentar aprender un (joven) diplomático para tener más éxito en su profesión?
1. Examinemos primero los diferentes aspectos del lenguaje diplomático en su significado básico: el de una lengua. Obviamente, el primer problema a resolver es encontrar una lengua común. Los diplomáticos sólo excepcionalmente se encuentran en la situación de poder comunicarse en una lengua, común a todos los participantes. Esto puede ocurrir, por ejemplo, entre alemanes y austriacos, o portugueses y brasileños, o representantes de diferentes países árabes, o británicos y estadounidenses, etc. No sólo son raras estas ocasiones, sino que muy a menudo existe una gran diferencia entre la misma lengua utilizada en un país y en otro.2
Cómo se comunican los países entre sí
De las 45[a] personas que han sido presidentes de los Estados Unidos, al menos la mitad han demostrado saber hablar o escribir un idioma distinto del inglés. De ellos, sólo uno, Martin Van Buren, aprendió el inglés como segunda lengua; su primera lengua era el holandés. Cuatro de los primeros presidentes eran multilingües, y John Quincy Adams y Thomas Jefferson demostraron su dominio de varias lenguas extranjeras.
James A. Garfield y su sucesor, Chester A. Arthur, conocían el griego antiguo y el latín, pero fue la ambidestreza de Garfield la que hizo que se rumoreara que podía escribir ambas cosas a la vez. Tanto Theodore como Franklin D. Roosevelt hablaban francés, y Woodrow Wilson y Franklin D. Roosevelt hablaban alemán. En cuanto a las lenguas asiáticas, James Madison estudió hebreo, Herbert Hoover hablaba algo de chino mandarín, mientras que Barack Obama habla indonesio a nivel de conversación.
John Adams, el segundo presidente de Estados Unidos, aprendió a leer en latín a una edad temprana[1]. Como preparación para asistir a la Universidad de Harvard, Adams asistió a una escuela para mejorar sus conocimientos de latín[2]. Mientras estaba destinado en Francia durante la Guerra de la Independencia, Adams llegó a dominar el francés[3].